En el análisis de mercados agropecuarios, una de las tareas más relevantes —y muchas veces subestimada— es el seguimiento sistemático de la competitividad entre los principales países oferentes de cada commodity, ya sea soja, maíz, trigo u otros productos agrícolas. Comprender cómo se posicionan estos diferentes orígenes en el comercio global permite anticipar movimientos de precios, detectar oportunidades comerciales y evaluar con mayor precisión los riesgos que enfrentan tanto productores como exportadores e importadores.
Esta relevancia surge del hecho de que, en el comercio internacional, la formación de precios está fuertemente asociada al comportamiento estacional de la oferta de los países que dominan cada mercado. Las ventanas en las que cada origen dispone de mercadería para exportar, las variaciones productivas año a año y la capacidad logística para colocar esa oferta en el exterior condicionan la dinámica de precios. Por eso, cualquier modificación en estas variables —ya sea un atraso en la cosecha, un problema de originación interna o una disrupción logística— puede alterar la competitividad relativa entre países y, en consecuencia, influir directamente en los valores FOB que observamos.

Cada país tiene un calendario agrícola propio, y estos ciclos determinan el flujo de mercadería disponible en el mercado internacional. En un mercado globalizado y altamente interconectado, la estacionalidad se convierte en un factor central para la formación de precios. Cuando un país entra en su período de cosecha y comienza a ofrecer grandes volúmenes, tiende a presionar los precios a la baja. Por el contrario, cuando se encuentra fuera de temporada o enfrenta dificultades para originar el grano, los valores suelen mostrar una mayor firmeza debido a la menor disponibilidad.
Este comportamiento es especialmente evidente en cultivos como la soja, donde Brasil y Estados Unidos son los principales referentes. En un escenario normal, Brasil comienza a volcar grandes volúmenes al mercado internacional entre febrero y marzo, generando una fuerte competencia y ejerciendo presión bajista sobre los precios FOB. Esto ocurre porque, con abundante oferta, la prioridad de los exportadores es colocar rápidamente la mercadería, reduciendo márgenes para ganar mercados.
Sin embargo, cuando este ciclo se altera, el efecto sobre los precios es notable.
Un ejemplo reciente y contundente de cómo estos desajustes pueden modificar la competitividad internacional se observó en Brasil durante la campaña 2025. En esa temporada, la cosecha de soja sufrió demoras significativas. Estas dificultades no solo retrasaron la disponibilidad efectiva del grano para la exportación, sino que también complicaron la originación interna, ya que el grano no fluía con normalidad hacia los centros de acopio y los puertos.
Como consecuencia, los valores FOB brasileños aumentaron en un momento en el que, bajo condiciones normales, deberían haber mostrado un comportamiento claramente bajista. En febrero y marzo, Brasil suele destacarse por su gran volumen exportador y por ofrecer uno de los orígenes más competitivos del mundo. Pero la falta de disponibilidad inmediata revirtió ese patrón: los compradores internacionales se enfrentaron a precios más altos, Brasil perdió competitividad temporalmente y otros orígenes comenzaron a ganar atractivo relativo.
Este tipo de episodios ilustra con claridad por qué el seguimiento de la competitividad no puede limitarse a observar precios estáticos, sino que requiere comprender el contexto operativo y estacional de cada origen. Una suba inesperada del valor FOB en un país que debería estar presionando a la baja puede indicar problemas de oferta, cuellos logísticos o tensiones internas en el mercado que modifican su rol habitual en el comercio global.
Los mercados de commodities funcionan como sistemas interconectados donde cualquier cambio en la competitividad relativa altera la distribución de la demanda entre los distintos orígenes. Cuando uno de los principales oferentes pierde competitividad —ya sea por precio, disponibilidad, calidad o costos logísticos— los importadores comienzan a redirigir sus compras hacia otros países que ofrezcan mejores condiciones. Esto genera:
- Desplazamiento de demanda entre orígenes, lo que impacta en los precios relativos.
- Ajustes en los flujos comerciales, que pueden beneficiar o perjudicar a ciertos países dependiendo del momento del año.
- Modificaciones en los márgenes de exportación, afectando decisiones de originación y almacenamiento.
- Reconfiguración del rol de cada país como formador de precios dentro de su propia ventana comercial.
Por ejemplo, si Brasil aumenta súbitamente sus valores FOB en plena cosecha, compradores como China, el sudeste asiático o incluso destinos secundarios pueden evaluar abastecerse desde Argentina o Estados Unidos, si estos ofrecen condiciones más competitivas. El mercado internacional opera siempre buscando eficiencia, por lo que la competitividad entre orígenes es un factor dinámico que los analistas deben monitorear de forma permanente.
Cuando se detecta que un origen está perdiendo competitividad por factores transitorios —como un atraso en la cosecha— es posible prever que otros países ganarán participación, y que los precios relativos entre orígenes tendrán que ajustarse para restablecer el equilibrio del mercado.
Asimismo, los operadores pueden aprovechar estas señales para:
- Planificar coberturas, anticipando movimientos de precios.
- Evaluar ventanas de exportación más favorables para su propio origen.
- Ajustar estrategias comerciales en función de la disponibilidad futura.
En definitiva, la competitividad entre orígenes es un termómetro indispensable para entender quién tiene el control del mercado en cada momento del año y cuáles son los factores que están alterando el comportamiento esperado de los precios.
Conclusión
El seguimiento de la competitividad de los principales países oferentes de commodities es una herramienta estratégica para todo analista, comercial o participante del mercado. Permite comprender el rol que desempeña cada protagonista en el comercio internacional y anticipar oportunidades que surgen a partir de los cambios en la oferta disponible. Casos como el de Brasil en la campaña 2025 demuestran que incluso pequeños desajustes en la estacionalidad pueden provocar cambios significativos en los valores FOB y alterar la dinámica del mercado global.
En un entorno cada vez más volátil y sensible a variaciones productivas, logísticas y climáticas, monitorear la competitividad internacional no es solo una buena práctica: es una necesidad para tomar decisiones informadas y aprovechar los ciclos del mercado con mayor precisión



